James Hutton, el
blasfemo que reveló que la verdad sobre la Tierra no estaba en la Biblia y nos
dio el tiempo profundo
- Fue el primero en captar la verdadera y vasta edad de la Tierra. Su
reconocimiento del tiempo profundo fue un avance extraordinario comparable a
Darwin y a Einstein
- BBC
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Torridon, en el noroeste de las Tierras Altas de Escocia, es el paisaje más
antiguo de Gran Bretaña.
El paisaje de Escocia oculta en las montañas y valles la historia de nuestro
planeta. Pero no fue sino hasta la década de 1750 que un hombre pudo leerla.
Ensambló pruebas desconcertantes y descubrió las fuerzas que le dan forma a
nuestro mundo.0
Se llamaba James Hutton. Era divertido, obsceno y un poco rudo. Le encantaba el
whisky, las mujeres y debatir nuevas ideas.
Y tuvo una idea revolucionaria que cambió la forma en que pensamos sobre el
planeta e incluso la manera en que pensamos acerca de nosotros mismos.
Fue quien nos dio el concepto de tiempo profundo.
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El hombre que inició esta revolución científica creció en la capital de
Escocia, Edimburgo.
Cuando era joven James Hutton, las colinas alrededor de su ciudad natal le
despertaron la curiosidad acerca de cómo se formó la Tierra.
En 1747, Hutton era un joven graduado de medicina con un interés
inusualmente amplio en todo el mundo natural.
Al estudiar sus orígenes descubrió que la autoridad aceptada no venía de la
ciencia sino de la teología.
El único texto de geología disponible era la Biblia.
En ese tiempo había ediciones que hasta daban la fecha exacta en la
que Dios creó la Tierra y los mares: el sábado 22 de octubre del
año 4004 a.C.
El hombre que inició esta revolución científica creció en la capital de
Escocia, Edimburgo interpretación literal de la Biblia. Él creía que Dios había
creado un mundo que tenía un sistema de leyes naturales.0
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Los errores de la juventud
¿Te acuerdas que dijimos que era mujeriego?
Pues curiosamente eso tuvo que ver con el desarrollo de la entonces aún no
establecida ciencia de la geología.
Su amante quedó embarazada y se desató un escándalo.
A ella se la llevaron a Londres a dar a luz. A él lo exiliaron de Edimburgo
para limitar el daño a la reputación de su familia.
A la edad de 26 años, Hutton se vio obligado a hacer una nueva vida en una
pequeña granja familiar en desuso en el sur de Escocia.
Pero en esa granja remota se desencadenaron sus brillantes ideas sobre el
planeta.
Lo que el agua se llevó
El agua de la lluvia arrastraba tierra hasta los ríos que se la llevaban al
mar constantemente. ¿Se iba a gastar el suelo?
Era un lugar sombrío, lluvioso y azotado por el viento que tuvo que convertir
en una granja de trabajo rentable. Eso implicaba tener que cavar y limpiar las
zanjas de drenaje constantemente.
Por esas zanjas, la lluvia se llevaba el precioso suelo de sus
campos río abajo.
Esa incesante erosión de la tierra preocupó seriamente a Hutton pues pensó
que si la tierra constantemente era arrastrada, eventualmente no habría nada
para cultivar y, en última instancia, la gente moriría de hambre.
Parecía que Dios había hecho un mundo destinado a ser completamente
estéril.
Pero eso no tenía sentido: Dios seguro había diseñado un planeta
que pudiera reconstruirse.
La pregunta era: ¿cómo?
El gran sistema de la tierra
Hutton observó que las rocas tenían cientos de capas sutilmente distintas.
Las rocas expuestas al lado de los ríos tenían capas sutilmente distintas.
Comprendió que eran bandas de sedimentos que el agua había traído y depositado
en diferentes momentos, año tras año, y que lentamente se compactaban para
hacer la roca.
Es como ir poniendo tierra de diferentes colores en un recipiente de
vidrio: la tierra que la lluvia llevaba al río, se iba acumulando y compactando
poco a poco... muy poco a poco.
Entendió que la creación y la destrucción de la tierra no son
acontecimientos repentinos y dramáticos del pasado oscuro y bíblico, sino
acciones lentas e imperceptibles que se suceden todo el tiempo.
La tierra era creada a partir de los escombros del pasado.
El ardiente núcleo
A la edad de 41 años, su tiempo en el exilio había terminado.
Regresó a la ciudad de su juventud. Era la época de la Ilustración
escocesa. Edimburgo era la capital intelectual del mundo y Hutton la aprovechó
al máximo.
Esta atmósfera abierta de convivencia era perfecta para airear su gran
idea.
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Hutton sabía que no todas las rocas tenían en capas de sedimento, así que
debía haber otras maneras en las que se formaban.
Le faltaba un pedazo grande del rompecabezas y lo encontró gracias a otra
gran mente de la Ilustración escocesa: su amigo James Watt.
Era un consumado inventor, famoso por hacer que los motores de vapor que
impulsaron la Revolución Industrial fueran más eficientes.
Hutton, fascinado por los artefactos a vapor de Watt, empezó a preguntarse
si el calor alimentaba el planeta.
Quizás el centro de la Tierra contenía un poderoso motor térmico.
Los científicos en el siglo XVIII habían visto volcanes activos, pero
pensaban que eran fenómenos aislados.
Hutton fue la primera persona en imaginar que el centro de la Tierra era
una bola ardiente y que los volcanes eran respiraderos de ese horno gigante de las
profundidades.
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La intuición y la deducción lo llevaron a imaginar algo que no tenía manera
de ver... y estaba en lo correcto.
Ese horno tenía el poder de crear nuevas rocas que nacían fundidas.
Hora de la verdad
Hutton había revelado dos maneras fundamentales de crear tierra.
- La roca
sedimentaria podía formarse cuando el tiempo - lluvia, heladas y viento -
erosionaba el suelo. Los ríos llevaban el sedimento a los océanos y éste
se comprimía y formaba una nueva roca.
- Un
núcleo caliente en el centro de la Tierra creaba roca fundida que se
enfriaba.
Además, tenía una visión clara de que la Tierra se destruía y se reparaba
en un ciclo sin fin.
Era una teoría grande, coherente e impresionante. Sus amigos lo
persuadieron de hacerla pública y en 1785 la presentó en la Academia Real de
Edimburgo.
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Su teoría cuestionaba todo lo que se creía saber sobre el planeta.
Hutton era muy mal orador, estaba increíblemente nervioso y lo que iba a
decir era realmente polémico: sus ideas iban en contra de toda la ortodoxia
religiosa de la época.
Le fue terrible. Los caballeros de la Sociedad Real rechazaron su teoría y fue acusado de
ser ateo.
No se meta con el granito
Uno de los mayores problemas fue el granito, lo que suena raro. Pero la
creencia dominante era que el granito había sido la primera parte de la Tierra
que Dios creó.
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Meterse con el granito en esa época era cosa seria.
Nada podría ser más sólido que la primera piedra del Señor.
Pero Hutton afirmaba que esa cosa dura que parecía tan antigua e inmutable
era en realidad un gran ejemplo de una roca joven que alguna vez había sido
casi líquida.
Estaba desafiando toda la visión bíblica de la creación. Hace 220 años, eso
era herejía.
Hutton necesitaba encontrar evidencias.
A la edad de 60 años, cuando debería haber estado en casa con su pipa y sus
zapatillas, se fue a buscarla.
Granito inyectado
Hutton eligió explorar Glen Tilt porque dos de los grandes ríos de Escocia
se encuentran aquí.
El río Dee corre sobre un lecho rocoso de granito rosa. El río Tay tiene un
lecho rocoso de arenisca gris.
Hutton esperaba que ahí, donde los ríos se encontraban, se encontrarían
también el granito y la piedra arenisca.
Y así fue: encontró rocas estratificadas grises con granito rosa
inyectado.
Pie de foto,
Estas son las rocas que encontró: se ve claramente cómo el granito rosado
se filtró por las grietas de la roca gris. Para que eso pudiera suceder, el
granito debía haber estado casi líquido cuando se encontraron.
Si el granito había estado fundido, debía haber una fuente de calor potente
en el centro de la Tierra, dedujo Hutton.
Eso demostraba que el granito había estado fundido cuando se encontró con
las rocas grises, lo que a su vez era la prueba de que había un motor de calor
gigante en acción.
Además, mostraba que la Tierra no había permanecido sin cambios
desde la creación, como decía la Biblia.
Con sus observaciones en Escocia, James Hutton había probado gran parte de
su teoría de la Tierra como un sistema.
Pero aún no estaba satisfecho: quería saber si la Tierra tenía miles de
años, como decía la Biblia, o era mucho, mucho más antigua.
La edad del planeta
En 1788, Hutton se dirigió al punto de Siccar en la costa de Berwickshire.
Lo que lo intrigaba eran los diferentes ángulos de las rocas a lo largo de
los acantilados.
Había visto capas verticales a lo largo de parte de la costa pero sabía que
más al norte, el ángulo cambiaba completamente y las capas eran horizontales.
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Las rocas de Siccar Point están en distintos ángulos. Parte de la razón es
el movimiento de las placas tectónicas. Hutton no tenía forma de saber eso,
pero ello no impidió que entendiera qué estaba viendo.
La curiosidad de Hutton le hizo mirar más de cerca y entendió que estaba
viendo el nacimiento y la muerte de mundos enteros.
En las capas horizontales y verticales de la roca, vio ciclos geológicos
apilados unos encima de otros.
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No sabía exactamente qué causó esa formación pero su brillante intuición le
permitió deducir que involucraba procesos graduales que sucedían no en
el tiempo bíblico, sino en el tiempo profundo, extendiéndose inmensamente.
Tenía razón. Hoy sabemos que la roca gris que examinó tiene alrededor de
425 millones de años y la roja, unos 345 millones de años. La brecha entre los
dos es de 80 millones de años.
Y ese es el legado más importante de Hutton: la apreciación del tiempo
profundo, el cronograma de un planeta.
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Su frase fue: "No hay vestigio de un principio, ni perspectiva de
un fin".
En otras palabras, una intemporalidad en la que pequeños cambios graduales
pueden lograr casi cualquier cosa.
Su reconocimiento del tiempo profundo fue un avance extraordinario,
tan significativo como la teoría de la evolución de Darwin o
la teoría de la relatividad de Einstein.
James Hutton vio lo que nadie más había visto antes. Fue el primero en
captar la verdadera y vasta edad de la Tierra.
Fue ese descubrimiento más que ningún otro lo que permitió reconstruir la
compleja historia de la vida de nuestro planeta.
El cómic sobre el tiempo profundo
aparece en este artículo por cortesía de su autor Graeme McNee, (graememcnee.com) y
del Festival Internacional de Edimburgo (eif.co.uk). El texto está basado en la serie de
la BBC "The men of rock"